
Él estaba situado frente a ella, justo en el medio de la cocina, bajo la luz del fluorescente.
Hasta aquel momento ella siempre había odiado ese tipo de iluminación artificial, que consideraba teñía todo de un color azulón casi extraterrestre; pero esta vez lejos de resultarle desagradable, la agradeció, porque bajo esa luz a él le era imposible fingir y a ella demasiado fácil hacer una radiografía de lo que había bajo esa impenetrable estructura ósea de hormigón.
Tras esa mirada que ella le lanzó a él, bajo el fluorescente de su cocina, cayó al suelo un mapa... el mapa topográfico de Miguel.